Era
una tarde de enero, yo asistí a la colonia de vacaciones como todos los veranos.
El reloj marcaba las cuatro de la tarde, el sol en todo su esplendor quemaba mi
cabeza y la de los demás chicos, que lo único que deseaban era tocar la fría
agua de la pileta.
El
profesor nos reunió a todos en la cancha de fútbol entre los gritos de los
chicos y los pedidos de ir a la pileta, el profesor nos toma lista y nos
explica las actividades que realizaremos hoy.
Luego
de toda la explicación nos dirigimos a la tan esperada pileta, en donde los demás
grupos de chicos esta ansioso por entrar. Los profesores nos reúnen y nos
preparan para las clases de natación antes de darnos la pileta libre para
nuestro gusto.
Mientras
me formo saludo a mis vecino Matías y a sus hermanas gemelas Laura y Pamela,
que conforman uno de los tantos grupos de chicos de la colonia.
Las
prácticas comienzan y todos los chicos quieren pasar rápido para poder disfrutar
de la pileta a su gusto, y se zambullen en el agua cristalina y comienzan a
nadar.
Llego
la tan anhelada hora de diversión libre en la pileta, yo con mis amigos me
dirijo a practicar diferentes formas de tirarse a la pileta. Hasta que todos
decidimos ir a la parte honda de la misma, saco valor y me dirijo hacia esta
para no ser menos, ya que mi falta de nado interfiere y me hace difícil la
tarea de mantenerme a flote en la parte mas profunda.
Una
vez en el medio de esta, me siento contento porque logro mantenerme a flote con
gran facilidad. Fue entonces que siento como mi cuerpo es impulsado hacia el
fondo de la pileta, por unas manos que se apoyan en mis hombros. En segundos me
veo dando manotazos desesperados para lograr llegar a la superficie, es en ese
momento que siento que las manos me sueltan y logro salir a flote.
Comienzo
a toser y a largar el agua que había entrado en mi boca, volteo para ver el
agresor que me sumergió y me doy cuenta que es Jonathan, el chico que vive a
una cuadra de mi casa.
Lo
miro y me siento tranquilo por conocerlo, mínimamente pero conocido al fin,
pero esa tranquilidad me duro poco al ver su sonrisa tan llena de maldad y de
odio. Sus manos se alzan en el cielo y brillan con el golpe del sol en las
gotas de agua que flotan en el aire, y soy sumergido en lo más profundo de la
pileta.
Otra
vez en el fondo, otra vez desesperado, miles de pensamientos pasan por mi
cabeza. Soy solo un chico que puedo hacer ante esta agresión, no sé nadar y
nadie viene en mi ayuda. Logro sacar mi cabeza a la superficie de nuevo y con
braceos agónicos intento alcanzar el borde, al no poder moverme del lugar y las
manos como tentáculos que me empujan al fondo mis lagrimas y mis gritos de
socorro se ahogan en el agua.
El
sol me pega en la frente y solo veo a los chicos jugando a mi alrededor sin
notar la trágica situación en la que me encuentro. Es cuando veo a uno de mis
compañeros que me esta mirando, con la poca fuerza que me queda por la lucha
que estoy llevando a cabo para sobrevivir, logro sacar un leve grito:
-
¡ayúdame!
Pero
mi compañero solo me mira y sigue su nado hacia el otro extremo.
Ya
resignado y el malvado chico, entre sus risas me sigue zambullendo abajo del
agua intentando ahogarme, mi cabeza comienza a resignarse y mi cuerpo se llena
de agua como mis esperanzas de seguir con vida.
Quiero
llorar, pero entre el esfuerzo de mi pelea por sobrevivir y el agua que entra
cada vez que intento gritar por mi ayuda.
Empiezo
a despedirme de mi vida y del mundo, mi cuerpo pelea por sobrevivir pero mi
cabeza ya perdió las esperanzas, solo cabe esperar, mi cabeza tranquila y mi
cuerpo lleno de terror que hace que mis nervios peleen por lograr el borde. Es ahí
cuando veo la figura de mi vecina, que con un esfuerzo logro sacar mi cabeza
del agua y es ahí cuando me ve y observa mi expresión de terror y de desesperación en mi rostro. Y se da cuenta que me encuentro
en peligro, y como un ángel volando en el aire salta y con sus manos golpea a
mi agresor y lo aleja de mi. Es ahí cuando mi cuerpo cansado por la pelea,
empieza a moverse agónicamente hacia el borde.
Una
vez en el, de un salto logro salir de la pileta que para mi en ese día se
transformo en un infierno. Me dirigí corriendo y llorando con todo mi cuerpo
temblando y cansado por el hecho, hacia mi profesor para contarle lo ocurrido.
Luego
de eso, solo deseaba estar en mi casa con mi familia para poder olvidar el
terror que estar en el fondo de la pileta a punto de perder la vida me provoco,
y agradecer a el ángel que ese día salvo mi vida.
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